Tal parece que las mujeres estamos destinadas a depender de alguien, de cosas o de nosotras mismas. Comparemos a la dependencia de las mujeres con un macramé o tejido. Todos los elaborados cordones de un macramé dependen de un solo hilo, del hilo principal, el cual sostiene todos los demás. Si ese cordón principal es cortado, todos los demás cordones se verán afectados y el macramé dejaría de ser útil y bello. A pesar de que en realidad todos los cordones son del mismo grosor e importancia, tendemos a ver unos cordones como más importantes o resistentes que otros, según nuestros gustos e intereses. Por eso, si un cordón de cierto tipo se daña, pero no es tan importante para nosotras, no sentimos la urgencia de arreglarlo. Pero si se daña un cordón que creemos indispensable, entonces lo remendamos hasta que quede como nuevo.

La vida de una mujer es como un complicado macramé que depende de múltiples cordones, algunos que podemos controlar y otros cordones que se dañan en contra de nuestra voluntad y nos dejan con un macramé alterado, afeado o incompleto. A lo largo de nuestras vidas nos encontramos con personas a las que consideramos importantes o indispensables por lo que permitimos que se hagan dueños del cordón principal de nuestro macramé, logrando así controlar, influenciar y cambiar nuestras vidas.

Mientras nos gestábamos en el vientre de nuestras madres, dependíamos de lo que ella comía y bebía para nutrir nuestros cuerpos. Todo lo que nuestra madre hacia mientras estaba embarazada nos afectaba a nosotras directamente porque dependíamos de ellas. Vivimos en comunidad y siempre estamos dependiendo de alguien para que nos provea amor, provisión, protección, compañía, aprobación, dirección y felicidad. Según crecíamos, continuábamos dependiendo de alguien. Dependíamos de quienes nos criaron para que nos protegieran, alimentaran y nos dieran cariño. También dependíamos de la ayuda y validación de maestros para educarnos; de lideres religiosos para guiarnos por el buen camino; de familiares para que nos ayudaran; del gobierno para que proveyera; y de amistades para cubrieran algunas de nuestras necesidades emocionales.

Luego, al enamorarnos, en parte dejamos de depender de quienes nos criaron para depender del que algún día seria nuestro esposo. Incluso nuestras madres y familiares nos trataban de conseguir el hombre a quienes ellas le pasarían el cordón principal de nuestro macramé del cual dependeríamos por el resto de nuestras vidas.

Al casarnos, transferimos esa dependencia al marido con el que se suponía que podrías contar todos los días de tu vida para que te amara, proveyera, protegiera, acompañara y te hiciera feliz.

Las mujeres también dependemos de cosas.

-Dependemos del maquillaje para sentirnos bellas.

-Dependemos de nuestros atributos físicos para atraer un hombre.

-Dependemos del tinte de cabello para tratar de lucir más jóvenes.

-Dependemos de nuestra profesión para sentirnos útiles.

-Dependemos de nuestra posición social y del dinero para sentirnos prosperas.

-Dependemos de nuestras relaciones sociales para ganar y ejercer influencia.

-Dependemos de la ropa para vernos más delgadas.

-Dependemos de los éxitos de nuestros hijos para sentirnos realizadas.

-Dependemos de la comida para sentirnos mejor.

-Dependemos de pastillas narcóticas para quitarnos las penas del corazón.

-Dependemos del alcohol para relajarnos y sentirnos alegres.

-Dependemos de nuestra vestimenta, accesorios, zapatos y carteras para validar lo que somos.

-Dependemos de nuestros talentos y habilidades para sobresalir.

-Dependemos de la superstición para tratar de investigar, para tratar de protegernos y para perjudicar a otros.

-Dependemos de la adivinación para tratar de investigar el futuro.

En fin, dependemos de cosas tan frágiles que son como hilos de una telaraña.

Algunas mujeres, según vamos madurando dejamos de depender de otros para volvernos totalmente independientes, o sea nos volvemos dependientes de nosotras mismas.

-Nos convertimos en mujeres que confiamos demasiado en nuestros atributos y a eso le llamamos autoestima. Nos creemos autosuficientes ya que nos podemos mantener solas.

-Nos convertimos en mujeres fuertes ya que podemos cuidarnos solas.

-Dependemos de nuestros propios recursos, fuerzas, influencia, protección, etc. y a eso le llamamos empoderamiento. Dependemos de nuestra intuición para tomar decisiones.

-Dependemos de nuestras experiencias para predecir lo que viene.

En fin, que nos creemos que todo lo podemos, todo lo sabemos, todo lo controlamos y que todo es posible según nuestras capacidades, educación, caprichos y deseos.

¿Recuerdan el cordón principal del macramé? ¿El que si es cortado afectaría todos los demás? ¿El que no puede ser remendado, el que sostiene cada uno de los elaborados cordones? Ese es el cordón del cual realmente deberíamos depender. El cordón original, el verdadero, el único y el más fuerte. Ese cordón en nuestras vidas es Dios, el único en quien deberíamos depositar nuestra dependencia. Dependiendo de el, no importa que cordón se rompa, se afecte o se divida, todavía quedaremos sosteniéndonos del cordón que no falla, ni cambia. Este cordón se sostiene por nuestra fe en Dios, nuestro creador, sustentador, consolador, protector, influenciador, acompañante y prosperador. Su cordón es confiable, todos los demás cordones pueden fallar, menos él. Una vez que entendemos eso, debemos evitar de tratar de ayudar a Dios a controlar nuestro propio cordón; usando la oración para exigirle caprichosamente a Dios que nos todo de lo que pedimos. El control total del cordón de nuestra vida lo tiene Dios, no podemos ayudar a Dios a controlarlo. Si podemos aspirar a vivir de tal modo que nuestros actos, decisiones y pensamientos sean coordinados con el diseño de nuestras vidas, estando atentas a todas las áreas de nuestras vidas, sin perder de vista lo que realmente nos sostiene y lo que realmente es importante.

Aprende a vivir de tal modo, que permitas que Dios maneje tu cordón principal, del cual depende tu vida, sabiendo que un día él cortará ese cordón, y te llevará a donde tu alma tendrá descanso y ya no dependerás de ninguna persona, de ninguna cosa y ni siquiera de ti misma.

Samaritana del Pozo 2019

Betzaida Vargas

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